martes, 28 de octubre de 2014

Birth.




Una vez me vi. No recuerdo si el verano estaba por llegar ni qué pasó antes, pero me vi. Alcé la vista y ésta se tropezó, cayó y quedó anclada - tal vez para siempre - en otra mirada. 

Sucedió que, a través de los párpados, se deslizaron pequeñas y ardientes manos que, lentamente, construyeron una autopista con las legañas de las primeras criaturas y nos ataron las pestañas. Se nos secaron los ojos, pero no hubo oportunidad para dejar de mirar. Las primeras criaturas tiraron de los hilos como un imán, mi cuerpo midió a gran velocidad la distancia de las pieles mediante la técnica del derribo. Como un poderoso y brillante rayo, pude sentir la vida. Pude sentir el trueno, el pálpito de otro cuerpo tamborileando sobre mi pecho. Entonces, sin destruir el silencio imperante, pestañeé. De un suspiro catalizador, un pájaro de tinta se hizo vida atravesando mi garganta hasta nacer en mis labios. Emprendió el vuelo.

No se oyó un segundero que avisara de la existencia de un después, pero nunca pudimos cerrar los ojos. Dios enmudeció avergonzado. Nuestras almas se habían mirado. El lenguaje fue parido para poder reencontrarnos.