lunes, 16 de marzo de 2015

Mírame.



Es la primera vez que me miras.

[Las sábanas planchadas. El zumo de la mañana. Una pintura recién destapada. La ropa limpia. La yema de un índice sobre el pastel. El perdón. Las primeras flores del año. Una libreta nueva. La aurora de una noche interminable. Un aroma a nada. El cuello es casa. 100% de batería. La risa imparable. Suavidad. La hierba fresca. Una brisa de verano en pleno invierno.]

No lo sabes, me has visto, pero ojalá nunca dejes de mirarme. Mírame.


sábado, 14 de marzo de 2015

El pez azul.




La caja está cerrada. Huele a nada. La caja es mirada. La caja me mira. Dentro, se puede escuchar el susurro, el suspiro, los poros tiemblan. La caja desea. La caja anhela ser abierta. Se oye un tamborileo, el siseante movimiento de sus cadáveres.

Cierra los ojos, posa tus manos, notarás la marea en la tormenta. Líquido pesado y rabioso, lleno absoluto de estrépito mudo. Los monstruos que la habitan golpean las paredes que les contienen, paralizados. Aquí me quedo, quieta, muerta, en beligerante silencio.

Una puerta se abre, un haz de claridad incandescente oscila sobre la mitad del ego. Dos pupilas repasan los filamentos del párpado inferior, dos labios se separan. Nadie vive, dos manos pasean sobre las solapas de la caja, los latidos se frenan en seco. Luego, respiramos. De nuevo dos.

La caja, el pecho, circuncidados por la oscuridad. Bailan tus dedos sobre la piel escamada, humedecida por el verbo, desordenan por metódicos pasos un nido de serpientes. Me dejo arrastrar, submarina, por la calma de la cumbre venosa.

Entro en la caja, que es pecera, que es garganta. Existe la luz en tu boca sin ancla. La soledad equilibrada se remueve en las ondas de las aletas del pez azul.

Soy el pez azul. Bienvenido, querido.