sábado, 2 de febrero de 2013

Las palabras, el amor y Borges.

Me imagino a Borges renegando de sus amantes.
Me lo imagino, con los dedos entrelazados - como solía- mirando la pared fronteriza con su butacón, mientras con una mueca en perfecto acento bonairense desdeña su inútil existencia. "Meras piezas de negociación", le gustaba decir, seseante, desagradablemente sensible.

Lo que pocos saben es que Borges murió enamorado, más allá de sí mismo, de la literatura, de su infancia, de su madre, de sus noches de mate en el porche. Más allá de toda su vida, murió enamorado, como sólo los literatos pueden enamorarse: en el silencio más absoluto, en el escondite más abrupto, en su piel, en Braïlle.



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