He asistido al ocaso del pensamiento.
He vivido el renacer del odio.
He visto nacer y morir a las buenas costumbres.
Conozco la buena y la mala cara del mundo.
El planeta con sus legañas y sus bostezos ha enseñado el valor de la existencia. Unos han aprendido. Otros no. Todo eso, revuelto, ha hecho que aquellos que hemos venido a un mundo plagado de cadáveres sintamos unas horribles ganas de escapar. Porque huele a guerra, a incomprensión, a balas y a niños, a amor disuelto y a kilómetros de distancia, a piel marcada ya piernas rasuradas a silicona y a maquillaje, a mentiras por todas partes.
Las briznas de trigo siempre bailan al mismo son, ninguna se rebela contra los elementos, son el máximo exponente de la paciencia y la esclavitud de las circunstancias. Nosotros somos humanos, y no briznas de trigo.
He vivido el renacer del odio.
He visto nacer y morir a las buenas costumbres.
Conozco la buena y la mala cara del mundo.
El planeta con sus legañas y sus bostezos ha enseñado el valor de la existencia. Unos han aprendido. Otros no. Todo eso, revuelto, ha hecho que aquellos que hemos venido a un mundo plagado de cadáveres sintamos unas horribles ganas de escapar. Porque huele a guerra, a incomprensión, a balas y a niños, a amor disuelto y a kilómetros de distancia, a piel marcada ya piernas rasuradas a silicona y a maquillaje, a mentiras por todas partes.
Las briznas de trigo siempre bailan al mismo son, ninguna se rebela contra los elementos, son el máximo exponente de la paciencia y la esclavitud de las circunstancias. Nosotros somos humanos, y no briznas de trigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario