martes, 21 de junio de 2011

La nostalgia.

El reloj de la cocina ha dejado de marcar los minutos, se paró a las 05.45 sin musitar ni un sólo halo de agonía. Simplemente, decidió no moverse más.
Hay un tambor dentro de mi caja torácica que a veces deja de hacer ruido y se me encoge en la garganta. Será que es arrítmico.
 El techo de mi habitación ha decidido mudar de piel, quiere escapar de una atmósfera que no cesa en su llanto.

Play-pause-play-pause-play-pause   

Pero todo sigue igual: Una imagen congelada a través del tiempo, colores gastados, vidas enlatadas en pixeles y sonrisas que desaparecen a cámara lenta en la letanía de la cinta de vídeo.

Eso es la nostalgia. Darme cuenta de que hablo con la única planta que tengo en casa buscando tus respuestas, preguntarte inconscientemente si quieres algo cuando abro la puerta de la nevera, buscar tu calor entre las sábanas en el frescor de la noche, imaginar que es tu piel la que me roza en el autobús y notar que el corazón me da un respingo si suena el timbre. Pero la albahaca es poco habladora, la nevera está vacía, me resfrío de ausencia, hay huelga de transportes y siempre se equivocan con el interruptor de la luz del pasillo.

En la vida ya no queda ni la sombra de ti.

[Img: Filipa Mateus]

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