martes, 21 de junio de 2011

Lección no aprendida.

 He vuelto a Nantes, he vuelto a caminar entre sus calles, he vuelto a respirar el aire viciado de sus bares y he vuelto a amenazar a mi propia cordura con regresar para quedarme.


Otra vez en Nantes. Otra vez escribiendo en las gotas de lluvia del cristal, otra vez alquilando mi alma por un poco de afecto que caduque a la mañana siguiente, otra vez pensando que eres tú el que ronda las escapadas, otra vez vuelta al autoengaño que tantos años me tuvo sumida en buscarte al fondo de cada botella, otra vez aniquilando (me). Y así empezará otra vez el bucle incierto de la destrucción pasiva de mi yo hasta que el acto de supervivencia más básica se revele en silueta de cobardía y me haga huir de ti. Huir de nuevo a ninguna parte, esa ninguna parte donde el aire no huela a tus noches, donde tus manos no rodeen mis caderas, donde tu saliva no se mezcle con mis palabras.

Invisible e indestructible cadena que me ata a tu existencia. Soma. Sinopsis neuronal. No funciona. Me has convertido en vísceras programadas para tolerarte, una esclava de ojos vendados, atada de pies y manos, que rinde pleitesía a tus miradas. Grandioso síndrome de Estocolmo ¡cuánto te detesto!

No hay comentarios:

Publicar un comentario