lunes, 27 de julio de 2015

Happy to be back.




Su mirada dio dos vueltas de campana. Inspeccionó su cráneo por dentro y la red nerviosa estableció su residencia fija. Un nudo de soga se había instalado en la boca del estómago apenas unas horas antes.

Tres meses. Tres meses, dos días y diez minutos habían pasado desde la última vez. Recordaría los segundos con exactitud inequívoca si hubiera mirado el reloj en el preciso instante en el que se despidió, pero la intuición traicionera no le puso en sobreaviso de la brecha que estaba por abrirse entre sus pies. El tiempo es profundamente caprichoso.

Había memorizado los momentos, congelados, que decoraron la historia. Su olor, la distribución del vello facial en su mentón, cómo iluminaba su rostro el fulgor de las velas de la tarta. El veinticinco de abril nació una bocanada de humo negro que se tragó todo lo conocido. El demonio del pasado reciente regresó para secuestrarla de nuevo y casi creyó oír como el corazón del emperador se descomponía como un cadáver mediocre.

Pero ahí estaba. El verano había aterrizado y, con él, ella misma frente a la puerta de la tregua con el rostro desdibujado por la disculpa. Recuperó el aliento mientras los tambores de la jungla bombeaban bajo el vestido de algodón rojo. Ya no importaba el calendario ni el reloj, el sol ajusticiaba sus pupilas. El paso se adelantó.


- Me alegro de que hayas vuelto.
- Me alegro de estar en casa.




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